Salón Columnario_La Lonja
Cargado originalmente por Emympus
Lonja de Valencia. Su techo. Te acaba produciendo dolor de cuello.
Lonja de Valencia. Su techo. Te acaba produciendo dolor de cuello.
Vistos así, me pareció que el naranjo necesitaba de la casa, y viceversa.
Todo viejo, añejo, cargado de siglos y de historia. Esta foto es un detalle de la puerta de las Torres de Serranos, de la ciudad en la que vivo.
Después de todo, sigue siendo sólo piedra y madera. ¿Sólo?
Siempre que vemos palomas pensamos en la Paz, la ternura de su estampa, lo delicado de sus inocentes miradas, su blanco plumaje...
Cuando las ves comer de esta manera, todo esto se olvida.
Las cosas son como son, da igual cómo las imaginemos.
Es la Lonja de Valencia, y me llamó la atención lo bien situada que está esta mesa.
...y eso que estaba nublado...
Cruel destino el de esta hoja, el triste ya de por sí otoño sólo atinó a encajarla en una telaraña de alambre, condenada, desde ahí verá pasar el resto del año, eso sí, más alta que sus compañeras, pero sin poder sentir cómo el viento la arrastra hacia nuevos parajes.
En la penumbra del campo, a los pies de los naranjos, estas flores crecen en febrero. Cuando la tarde toca a su fin, aún se afanan en brindar al poco público presente todo su esplendor, atrapando los últimos rayos del sol que las acuna.
La hoja se mecía, en su entumecida curva, escorzo final de una vida que fue, arrastrada por la brisa de un lado a otro. Paraba de vez en cuando y me ofrecía ángulos distintos de una misma y estática pose.
La acera era su lecho de piedra y la recorrió de parte a parte.
El sol aún tenía suficiente fuerza como para teñir de rojo intenso los pétalos de esta flor que se dormía.
Traté de equilibrar todo lo que entraba en el encuadre, lineas, formas y masas. La luz se iba deprisa. La estela del avión se difuminaba en el cielo. La nube corría y cambiaba de color según el sol se iba ocultando. Parece un momento tranquilo, pero guarda mucha actividad...
Este es un modesto humedal de la playa de Puzol, en la costa de Valencia. Lo he visto hacerse, y ahora contemplo con impotencia e indignación cómo las urbanizaciones lo engullen.
Quede al menos constancia de que existió.