Cuando aquella fría mañana miraba hacia cualquier parte, cualquier parte me sonreía.
Y allí estaba yo, ante la niebla, el frío, y el mágico y etéreo aspecto de todo lo que me rodeaba.
De todas aquellas imágenes, rescato esta por lo simple y gráfico de su mensaje. Espero os diga lo mismo que a mí.
Esta vieja cámara tiene más años que yo mismo.
La compré porque me enganchó su altanería tras el escaparate.
Ese extraño misterio que supone el pasado ignorado:
¿A quién perteneció? ¿Rico o pobre? ¿Hombre o mujer? ¿Joven o no tanto? ¿Quién sonrió ante su único ojo? ¿Qué fabulosos o cotidianos lugares tuvo la suerte de contemplar? ¿Acaso la amada lanzó un beso al enamorado, justo antes de que este apretara el disparador?
Preguntas a las cuales no ceso de imaginar respuestas. Imágenes que fueron, momentos que cruzaron fugaces y atravesaron su sencillo objetivo. Recuerdos que permanecerán quién sabe en qué vieja caja de zapatos.
Desprende el encanto de las cosas que han sabido sobrevivir.
La miro y me digo:
"Se conserva mejor que yo, apenas delata el paso del tiempo, y sigue casi como el día en que salió de fábrica".
A la vez pienso que tal vez, y pese a todo, tiene hoy menos que recorrer que un servidor. Es una buena señal para mí, aunque muy triste para ella.
Pese a todo, me queda la duda:
¿quién será el último entre ella y... yo?
