viernes, 17 de junio de 2016

Perdidas pérdidas.

Perdía su mirada mientras las notas se perdían enredándose entre las hojas de los plátanos, en una tarde de un poniente fresco que anticipaba un verano de calimas africanas. Unos gritos de algunos perdidos vencejos, el alboroto de las perdidas cotorras importadas, los griteríos de los niños perdidos y su balón perdido en la plaza. Apoyada sobre el quicio de la enorme puerta de su planta baja, esta señora me hacía pensar si disfrutaba de una música perdida o sólo se dejaba llevar de la mano de sus perdidos recuerdos.
Yo, sobra decirlo, lo hacía de los míos, como siempre. Esta vez, y tras semanas de sequía creativa, de nuevo me perdí, cámara en mano.
El verano llamando a la puerta y, de momento, vuelvo a asomarme a la ventana. Las cosas siguen poco más o menos como la mirada de la señora: perdida la esperanza, perdida la ilusión, perdidos los proyectos, perdidas las ganas, perdido el tiempo.