Esta no competía, pero creo que ganó.
Mejor dicho, creo que yo la elegí ganadora.
Procuré que el azul del cielo y el amarillo de la margarita sin pétalos del primer plano, ayudaran a posicionar a la flor.
De vez en cuando, la vista se posa en algo distinto, como para relajarse.
Estas dos margaritas estaban para eso. Se empinaban, como de puntillas, buscando quién sabe si la luz, el aire, o ambas cosas.
Me llamó la atención que parecían querer copiarse la una de la otra, como si las margaritas tuvieran necesidad de destacar...
Busqué la manera de hacer patente esa competición. Lo que no me quedó claro es quién ganaba.
En medio de ellas, hasta el intenso calor se olvidaba, y la brisa, abrasadora, te ayudaba sin embargo a refrescar las ideas. Los pétalos de seda se agitaban y descomponían la flor, pero el rojo aparecía imperturbable, tanto le daba hacia dónde lo doblegase el aire: siempre ganaba aquel bermellón su particular duelo con el viento.
Esta foto fue la primera que disparé en cuanto me llevé la cámara a los ojos ese día.
A partir de ese momento, sólo recuerdo amapolas y trigo. Alguna margarita me sacaba de mi extásis en rojo de vez en cuando.
Pero de lo que estoy seguro es de que fue una excitante experiencia a través del visor. Pocas o muchas, juntas o aisladas, estaban por todas partes...
Típica toma de un casi anochecer. Los colores del cielo a esa hora... ¿a quién no emocionan? A esa hora uno enfoca al astro rey, y piensa qué poca cosa es uno.
El sol se pone en el embarcadero de la Albufera.
Si llevas una cámara, es absolutamente imposible que no hagas fotos.
El lago es grande, pero esta barca fue a reposar cerca de la orilla.
La corriente la fue girando, y decidí quedarme con ella cuando alcanzó esa posición. Las cañas del primer plano me ayudaron a equilibrar la barca. La luz, la que el sol puso en esa hora casi mágica.
En esta, las gaviotas pasaron por un claro entre las nubes. Es la mejor de la serie.
¡He sido padre! Pero un mal padre, por lo visto. No me he enterado hasta hoy, ni de la puesta, ni la incubación..., todo se me ha pasado. Hoy, al salir al balcón, los he oído, y he dado con ellos en una maceta, bajo un recogedor de plástico.
Qué impresionante fuerza tiene la Vida! Y qué emocionante verlos, aun con sus ojos cerrados, absolutamente indefensos e incapaces de hacer nada por ellos mismos. Sin la madre, una joven gorrión hembra por cierto, sus horas estarían contadas.
De hecho, creo que por desgracia hay entre ellos uno que no pasó "el corte"..., y otro que ni siquiera ha podido ver la luz, un huevo sin romper.
Pero verlos a ellos da tanta emoción.... Sólo espero que crezcan y que un día abandonen sanos y fuertes la maceta que les ha visto nacer. Para entonces la madre, joven ella, igual va buscando otro novio..., así es la Vida.
El sol de las 6 de la tarde, calor. Este micro-ramillete me estaba pidiendo una foto. Esta es la que más me gustó de todas las que le hice
Me llamaba mucho la atención la calidad de la luz. Un rayo de sol se estampaba de lleno en el macizo del primer plano. La penumbra llenaba el resto de la escena, quedando en sombra profunda los bajos de la pared. Los colores ayudaban a marcar las diferencias, y las realzaban.
Era inevitable no tratar de enfrentar de esta manera estos colores y formas. La cámara, casi en tierra, apuntando hacia las nubes.
Era inevitable.
