martes, 30 de junio de 2015

Pimientos

Algo tiene un pimiento que atrae al fotógrafo. Al menos a mí me atrae. Y se de algún ilustre e insigne prócer de la historia del noble arte fotográfico al que le atrajo también, tanto que en los libros dedicados a analizar las grandes obras de este arte, casi siempre hay un hueco para el pimiento de E.Weston...
Quizá sean sus curvas y recovecos, tal vez, digo, tal vez, tan parecidas a un cuerpo desnudo, que nos hacemos la ilusión de erotizar nuestro objetivo indagando en las circunvoluciones de la solanácea en cuestión. Cierto es que sus sensuales curvas, las subidas y bajadas, las grietas que parecen perderse en las profundidades de su carne sedosa, los abultamientos y los secretos que parece esconder en cada giro que demos a su alrededor, bien puede recordar a los más ardorosos deseos de los más verdes sueños de adolescente o de viejo verde. Verde como pimiento verde.
Será por la tersura de su piel, similar también a la tersa lozanía de un joven cuerpo en flor. Será por sus brillos perfectos, de nuevo recordando a los brillos anacarados en la blanca piel de las tempranas edades de Venus. Será tal vez por sus abruptas negruras, que traen a la memoria los profundos y dulces abismos donde se esconden las prohibidas flores del deseo más ardiente y pasional que imaginarse pueda.

Sea como fuere, creo que el pimiento merece que todo aquel que se tenga por fotógrafo, si quiera aficionado, recapacite un día y se ponga frente a frente junto a uno o varios de estos sanos vegetales, rojos, verdes o de otro de sus diversos colores y, mirando mirando a través del objetivo, trate de encontrar la magia entre sus voluptuosos rincones y sus sensuales curvas.

Y como a mí no me importa un pimiento, pues aquí dejo estos dos a las puertas de un tórrido mes de Julio...

sábado, 13 de junio de 2015

Tarde de viernes

Salen del colegio y ni el día y su ocaso vence sus ganas de olvidar a toda prisa a libros y maestros.
La chiquillería explota de júbilo y ocio, mientras las sombras van ganando la batalla al sol, y este exprime sus últimos recursos. Con fuerza y vehemencia se estrella contra los cristales del edifico de oficinas y mi cámara,  apuntando hacia las sombras del paseo, encuentra inesperadamente un fugaz contraluz. Es curioso, con el sol tras de mí y a la derecha... Cosas de la física, del urbanismo, y de la casualidad de estar en ese ahí y en ese ahora.
La tarde se escapa regalando estrellas a quien quiere encontrarlas.