La ingresaron el domingo pasado. Muchas veces la he traído aquí. Sigue en el hospital con su hija, mi esposa. No puedo negar que ocupa un papel importante en mi vida. Y ahora, siento la necesidad de dedicarle una vez más un recuerdo que dejar aquí. No sé si la volveré a ver en su casa, junto a su tele y las cosas que dejaba a su vera: su ventolín; el otro inhalador; el teléfono, aunque no pudiera ya descolgarlo ni mantener una conversación apenas; el mando de la tele que le servía para poco menos que encender y apagar, si atinaba a encontrarlo; la "radiet" que cada dos por tres dejaba encendida con el consiguiente consumo baldío de sus pilas; el abanico, en verano; algún que otro pañuelo que era mejor no tocar; la caja de juanolas; el botón de la cruz roja, que no sé si sabía apretar o que a veces apretaba por accidente. Sentada en su sillón, mirando la luz que podía ver a través de los visillos de la ventana de su salita.
Así pasaba sus días, tranquila y confiada en que la vida es eso: vivirla.
No sé si volveré a preguntarle si quiere que los abra, o que los cierre, o que...