jueves, 31 de diciembre de 2020

Adiós 2020


Último día del año. 

Paseo con la cámara y tomo unas cuantas fotos. Como siempre: de lo que veo. No es importante, ni  especialmente llamativo. No es quizá nada "bonito" y más que buscando la propia belleza de mi sujeto, me busco a mí mismo en cada foto. Y me veo, en esta planta que brota a contracorriente en una simple grieta del asfalto, junto a un contenedor de basura, a pocos centímetros de la acera y del paso de infinitos coches, como a todos los demás, resilentes de una pandemia que ha cogido a la humanidad entera con el paso cambiado.

2020 es el año de la pandemia,. También es el año en el que Lucas se nos fue de casa, tras el peor día de reyes de mi vida y de la suya seguramente. Es el año en el que mi esposa y yo nos sentimos un poco más viejos y cansados de demasiadas cosas, pero también más cercanos y más necesitados el uno del otro. Es el año de las pinzas, bueno, "mi año de las pinzas". Es un año más, sin más, bien mirado. Y es un año que todos queremos olvidar, superar, mejorar. Olvidar.

2020 se acaba sin que podamos dar besos ni abrazos a nuestro antojo. A los nuestros. Sin que podamos compartir con tranquilidad una reunión en familia. Un año que acaba con la sensación de que nada ha acabado, y de que aún nos queda no sabemos qué. Pero el año acaba y eso parece ser motivo suficiente para la esperanza y la ilusión de que pronto despertaremos de una pesadilla extraña, cruel, inesperada.

2020 se va y nos deja. ¿En paz?. No lo creo. La zozobra de la incertidumbre y el desconocimiento sigue a mi entender dominando el horizonte. Pero el año acaba y el tiempo, todo lo cura. Ni más ni menos, lo único que ocurre con certeza es que está pasando el tiempo. Como siempre. El año acaba, y el tiempo, todo lo cura. El tiempo, todo lo cura.


martes, 26 de mayo de 2020

Ahí afuera...


Retomo hoy este blog.
Donde lo dejé hace más de un año.
Y no, no pude preguntarle más ninguna de aquellas preguntas, pero la despedimos con todo el dolor y el cariño que ella mereció. Carmen nos dejó hoy hace un año. Todo un año he estado guardando el duelo en su memoria. Añorada Carmen, mamá de mi esposa, D.E.P. allá donde estés.

Por supuesto, aquí abajo, la vida ha continuado, y hemos continuado con nuestras vidas, y sin demasiadas novedades, o quizás sí, hemos llegado hasta aquí. Y ahora entre manos tenemos algo que definitivamente ha cambiado ya nuestro mundo, el de todos, a toda la humanidad de manera decisiva.

Estamos viviendo la pandemia del covid-19, que a fecha de hoy se ha cobrado más de un cuarto de millón de vidas en todo el planeta, y lleva contagiados, que se sepa, a más de 5 millones de seres humanos. Cómo saldremos de esto y cuándo son preguntas que aún no tienen respuesta.

Cuando todo empezó decidí empezar a escribir una especie de cuaderno de bitácora, además, puse en marcha otro blog de fotos, casi un proyecto "365": subir –tomar– una foto al día todo el tiempo que durase esta terrorifica pesadilla, algo que parece, aunque desgraciadamente no lo es, una historia de una película de ciencia a ficción.

La foto que subo aquí hoy está hecha durante el estado de alarma que se impuso en España el 15 de marzo y en el que aún continuamos, y que también impera en casi todos los demás paises del mundo. La foto la tomé a las nubes, a ese cielo al que a menudo acostumbro a alzar mi mirada en busca de respuestas. Y a la vez, capturé mi reflejo en el cristal.

Lo curioso es que yo estaba fuera de casa cuando la tomé, y el cielo, dentro.