martes, 8 de marzo de 2011

El Paso del Tiempo


El Tiempo. La cuarta dimensión. Tal vez, la única realidad que no podemos alterar, al menos de momento, pero que desde siempre hemos soñado con manejar a nuestro antojo...
El Tiempo. Que todo lo cura. Que todo lo pone en su sitio. Que todo lo dice. El tiempo, el mayor enemigo de la vida, o tal vez su mejor aliado, el trayecto ineludible hacia la muerte y el único billete que nos permite disfrutar del paseo. El transcurso del tiempo, la nave fascinante en la que embarcamos todos desde nuestro primer llanto para acometer esa aventura única que es vivir.

El tiempo que pasa. El tiempo que te queda. El tiempo que llevas. El que disfrutas. El que padeces. El que no quieres que pase. El pasado, que fue siempre mejor. El que vendrá. El que inexorablemente va arrancando las hojas de nuestros calendarios... El tiempo que nos hace viejos. El tiempo que acaba con nosotros...
El Tiempo, imperturbable contable de los latidos de nuestro corazón.

Desde siempre he querido tener un reloj de arena. Me parece que no hay ningún otro aparato "medidor" como un reloj de arena, para mostrar de mejor modo el fluir del tiempo. Ese fluir de segundos, de minutos y de horas. Ese fluir desde la infinitesimal partícula temporal a la inimaginable unidad cósmica que marca la edad de las estrellas y de las otras cosas verdaderamente grandes: el espacio infinito y los infinitos tiempos que fueron y los que serán... Esas cosas verdaderamente grandes que nos hacen comprender nuestra asombrosa insignificancia, nuestro absolutamente despreciable papel en los planes que rigen al cosmos, que marcan sus tiempos...

Cuál es nuestro tiempo, el de nosotros, apenas granos de arena cósmica, granos de arena como los que fluyen dentro del reloj, a través de ese embudo cruel que les aboca de un lado a otro sin escapatoria posible, fluyendo, fluyendo imparables como imparable es el fluir del tiempo...

Si tienes curiosidad en cómo se ha hecho, te dejo una foto del "montaje"...

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