viernes, 25 de abril de 2014

Poema de Amor número 14. Pablo Neruda


Juegas todos los días con la luz del universo.
Sutil visitadora, llegas en la flor y en el agua.
Eres más que esta blanca cabecita que aprieto
como un racimo entre mis manos cada día.
A nadie te pareces desde que yo te amo.
Déjame tenderte entre guirnaldas amarillas.

Atrás quedaron mis bodas de plata. 
Mientras ella alza la cabeza e inclina su gesto, yo veo en su corta melena enmarañada de pelo fino y rubio, lo mismo hoy que hace ya más de 25 años. 
Hoy lo puedo aún decir. Cuando dentro de un tiempo regrese a esta página y la mire, ni ella ni yo seremos, otra vez más, iguales a ahora. ¿Qué quedará entonces de lo que hoy sentimos? ¿Seremos para entonces los mismos? ¿Qué habrá hecho la vida que seamos y pensemos? La vida, eterno sube y baja de pasiones y sentimientos, de momentos malos y buenos. La vida nos lleva de un lado a otro con cada amanecer y con cada nuevo canto de los grillos. Con cada ola que acaricia la playa y a cada vendaval que azota los bosques. Con cada susurro del viento entre las hojas y con cada estrella fugaz que rasga los cielos de las tranquilas y tórridas noches de verano. La vida nos muestra su salvaje, su incesante espectáculo de seres que nacen y mueren, de cosas que son y que pasan. La vida discurre a ritmo implacable golpeando momentos eternos de presentes fugaces.
¿Volveremos a ser los mismos la próxima vez?

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