sábado, 24 de mayo de 2014

Leviatán




Era la primera vez que usábamos un servicio de autolavandería. Se han puesto de moda de un tiempo a esta parte. Necesitábamos dejar como nuevo un edredón que llevaba todo el invierno encima de nosotros. Literalmente. Sólo por las noches, claro.

Otros años recurríamos a la tintorería, pero no sé bien por qué motivo, esta vez elegimos usar una de estas máquinas. Todo funciona a base de carteles de instrucciones y, por supuesto, monedas de un euro.

Pronto escogimos una de ellas. Fue un flechazo… Algo extraño y casi sobrenatural de su enorme ojo de buey que nos atrapó a las primeras de cambio. En mala hora. Su botonería en la parte superior, los colores verde pistacho y sus cromados… todo en ella, la verdad, era exactamente igual a todas las demás lavadoras pero... elegimos precísamente esa.
Así que decidimos que la número 1 (un adhesivo de la parte de abajo lo marcaba, además de que era la primera empezando por la izquierda) sería nuestra lavadora. Después de vencer a nuestra propia ignorancia y descubrir más o menos cómo era la cosa, procedimos a leer todo lo leíble, incluso todo lo referente a la resolución de problemas, o la obtención del cambio de monedas por si uno no lleva... leímos incluso un cartel que nos animaba, por si queríamos abrir una franquicia de lavadoras (¿?)... Finalmente había llegado la hora de meter el edredón por la gran boca redonda del engendro...

Poco sospechábamos que a las primeras de cambio y sin previo aviso, tras unos cuantos achuchones a nuestro edredón, unos cuantos giros enloquecidos, y bastante agua y espuma, iba a surgir de entre las profundidades de aquel torbellino enlatado tan tremendo leviatán. Nos miró con su ojo terrible, terrorífico, amenazador, hostil, un ojo que parecía surgir del mismísimo infierno… Jamás podré olvidarlo.

Por supuesto, el edredón se quedó allí dentro abandonado a la suerte que le deparase el monstruo.
¡A ver quién es el valiente que hubiera esperado a que se abriera aquella puerta!
Si pasáis por aquella lavandería, un consejo: ¡no se os ocurra usar la máquina número 1!

jueves, 15 de mayo de 2014

Empujar o arrastrar



Persigo la luz entre callejuelas del centro. A esa hora de la mañana todavía no se ha inundado el cielo del reflejo del sol y la luz es dura, cae abrupta y bruscamente cincelando edificios y fachadas sobre la ciudad, cruda y despiadada, desbocada y sin demasiados miramientos. Esculpe de un martillazo todo lo que golpea, incluyendo el rostro de este hombre al que seguí y esperé con mi objetivo en su camino hacia la mancha de luz sobre el asfalto.
Al pasar frente a esta callejuela le vi empujando su carrito de la compra. Para mí que lo empujaba más como quien sujeta un bastón, que como quien va o viene de la compra. Estaba claro que tenía una edad más que madura, pero lo peor no eran sus años, lo importante eran los problemas en su aparato locomotor. Se impulsaba dando pequeñas y compulsivas sacudidas a sus deficientes piernas, y tras cada una aprovechaba para en un corto pero decidido movimiento, empujar unos cuantos centímetros su carrito de la compra, vacío diría yo. Lo empujaba lo suficiente como para hacer avanzar su cuerpo acto seguido, justo esos poquitos y necesarios centímetros de más.

El hombre y su cadencia casi robótica, su movimiento de mecanismo dañado, de juguete a punto de romperse, de pobre lisiado que se las apañaba para continuar con una vida lo más normal posible, me ha hecho reflexionar esta mañana, mientras buscaba un rayo de luz y la potente diagonal sobre el sensor de mi cámara…

¿Empujar o arrastrar?
Empujar siempre hacia adelante, al paso de la vida, al ritmo del camino que tenemos siempre por recorrer… O arrastrar, o aún peor, arrastrarse…

Quien empuja manifiesta una actitud resolutiva, decidida, un avance de signo positivo y declarado, ejerciendo una fuerza a favor de las cosas. Quien arrastra tira de ellas, se empecina en dotar a algo de un movimiento que, lo que sea que se arrastre, se empeña en no seguir y que por tanto resulta contrario a nuestro propio paso. La cosa arrastrada parece seguirle, pero en todo caso, no acompañarle…

Es una metáfora quizá compleja de imaginar, y por supuesto que son movimientos semejantes, parecidos sin duda, no sé si opuestos, tampoco creo que sean antagónicos… Pero según cómo se imagine la situación, la cosa da que pensar si empujamos o arrastramos, si dejamos que nos empujen o nos dejamos arrastrar, si vamos delante, ajenos a lo que se acumula a nuestra espalda, o mantenemos la mirada puesta en el rumbo de avance, ojo avizor y pendientes de la carga que vigilamos sin perderla nunca de vista…

¿Empujas o arrastras?



miércoles, 7 de mayo de 2014

CO-MU-NIO-NES

Imagino a Carlos Sobera enunciando el título de esta entrada como uno de los "dos temas nuevos" de su afamado "Atrapa un millón". Además lo imagino como es él, chillando a voz en grito y marcando y remarcando cada una de las sílabas de la palabra...: ¡CO-MU-NIO-NES!

Me imagino en ese plató televisivo eligiendo el tema del que, seguro estaría de tal circunstancia, sabría mucho, más que del otro. Como esta niña, este mes de Mayo asisto una y otra vez a ceremonias similares, iguales diría yo, de tal sacramento cristiano. Ese que hace que los niños reciban por primera vez el cuerpo de Cristo...

jueves, 1 de mayo de 2014

Cofrades

Caminaban por la acera, apretando el paso de camino al templo. La procesión se andaba organizando bajo el escenario montado para "els miracles".
Las ví venir de lejos, y mientras la luz iba golpeándoles duro en la cara, crucé la calle, enfoqué sobre la puerta y esperé a que pasaran delante del objetivo. Antes de que su peineta y su negro y solemne velo se mezclara con las sombras me llevé esta imagen atemporal en la cámara y en el recuerdo.
Allá en la plaza, la banda iba afinando sus voces de metal y arriba en el centro del altar, San Viçent señalaba como siempre al cielo con su dedo milagroso. El mes de Mayo se abre en Valencia con el recuerdo del Santo en los barrios, la fiesta de la Virgen viene pronto a seguir llenando las calles de pétalos y de devotos de diversos pelajes, y luego el Corpus, colofón de un mes de primavera cuajadito de devociones. Para mí, un reto enorme: decenas de niños recibiendo la ostia por vez primera... anda que no les quedan por recibir.
Quizá alguno de ellos, de mayor, corra apurado hacia algún altar de San Viçent. Quizá ese día ande yo cerca con mi cámara. Ninguno de los dos lo sabremos... Pero me gusta pensar que podría ser.