viernes, 26 de septiembre de 2014

R.I.P. Señor Don Cangrejo


Humildemente, el señor Cangrejo reposa su sueño eterno. Un día lo encuentras en la playa como es probable, sobre la arena como tantas veces. Pero esta vez algo es distinto: está panza arriba y no se mueve.
Pronto formará parte de nuevo de la arena, de la espuma y la sal. Muy probablemente ocurra que antes de eso, alguna gaviota dé buena cuenta de sus restos. Tal vez sean las hormigas que ya merodean. Puede que las moscas se ocupen de la limpieza.
Es la manera en que estas cosas acaban. Nada se desaprovecha en una naturaleza eficaz, eficiente, limpia y ordenada. Y lógica.
Igual que cuando vivía, pero con su caparazón volteado sobre la arena e inerme, Don Cangrejo mira con su vacía mirada al mundo del revés. Más allá, la playa y el mar siguen inmutables a lo suyo. Es así. Cruel quizá. Imperturbable y sereno. Simple e implacable. Sencillo y bello. Quién sabe pero, seguramente y en alguna parte, en algún otro mar, algún cangrejito nazca mientras otros van dejando hueco. La vida acaba porque la muerte forma parte del juego. La vida sigue gracias a los que se van yendo.

A mí, el señor Cangrejo, éste, me guiña un ojo. Bueno, me guiña más bien los dos. Me despido mientras disparo mi cámara y escucho cómo las olas, al fondo, susurran un sentido requiem.

jueves, 25 de septiembre de 2014

Las cámaras de fotos: Máquinas del tiempo

Una cámara de fotos es una máquina del tiempo. En especial las más antiguas. Las que se tienen ese toque clásico que tanto gusta ahora. Llevan más tiempo entre nosotros. Así ha de ser.
La cámara fotográfica se alimenta de tiempo, lo captura, lo engulle, lo digiere y convierte el instante efímero en momento eterno. Sobrevive a los ingenieros que la diseñaron. Sobrevive a las manos que ensamblaron sus piezas. También a los ojos que escrutaron los momentos y la historia a través de su visor. Sobrevive a las vidas de quienes fueron sus dueños. Suma en sus rincones todos los kilómetros de todos los viajes a los que fue llevada. Acumula en su memoria todos los recuerdos que retuvo tras cada clik de su corazón. También traspasa fronteras y va acumulando sobre su cuerpo de metal, piel o plástico, las huellas de todas las manos que la acariciaron, y todas las cosas que vió a través de su único ojo de cristal.
La cámara de fotos, fiel testigo del tiempo pasado, llega a nuestras manos tras contar a otros mil historias de mil vidas.
La cámara de fotos le contará al futuro quienes fuimos. Hablará de nosotros a aquellos a los que ni siquiera conoceremos. Como una espectral y oscura memoria y sin tener consciencia de ello, legaremos gracias a nuestras cámaras, parte de nuestra vidas, porque con ella las fotografiamos ahora. No hará falta que nuestras fotos aparezcan en cajones en tiempos lejanos, no. Bastará que a nuestras cámaras las manejen otras manos, unas que ni siquiera conoceremos, unas que ni siquiera existan hoy.
Las cámaras de fotos son máquinas del tiempo.