viernes, 26 de septiembre de 2014

R.I.P. Señor Don Cangrejo


Humildemente, el señor Cangrejo reposa su sueño eterno. Un día lo encuentras en la playa como es probable, sobre la arena como tantas veces. Pero esta vez algo es distinto: está panza arriba y no se mueve.
Pronto formará parte de nuevo de la arena, de la espuma y la sal. Muy probablemente ocurra que antes de eso, alguna gaviota dé buena cuenta de sus restos. Tal vez sean las hormigas que ya merodean. Puede que las moscas se ocupen de la limpieza.
Es la manera en que estas cosas acaban. Nada se desaprovecha en una naturaleza eficaz, eficiente, limpia y ordenada. Y lógica.
Igual que cuando vivía, pero con su caparazón volteado sobre la arena e inerme, Don Cangrejo mira con su vacía mirada al mundo del revés. Más allá, la playa y el mar siguen inmutables a lo suyo. Es así. Cruel quizá. Imperturbable y sereno. Simple e implacable. Sencillo y bello. Quién sabe pero, seguramente y en alguna parte, en algún otro mar, algún cangrejito nazca mientras otros van dejando hueco. La vida acaba porque la muerte forma parte del juego. La vida sigue gracias a los que se van yendo.

A mí, el señor Cangrejo, éste, me guiña un ojo. Bueno, me guiña más bien los dos. Me despido mientras disparo mi cámara y escucho cómo las olas, al fondo, susurran un sentido requiem.

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