domingo, 29 de marzo de 2015

Llovió...


Ha pasado todo el invierno y en Valencia han caido tres gotas de agua. Así llegan las fallas, y justo entonces, cuando estamos en vísperas de la primavera y deseamos pasar calor y tener sol, el cielo se pone a llorar y nos agua las fiestas... 
El tiempo es como un rompecabezas imposible: no hay manera de casar todas las piezas.             

domingo, 22 de marzo de 2015

Selfiando


Hoy he salido a pasear un rato y he visto que Valencia rebosaba gente por los cuatro costados. La ciudad no es muy grande, y el casco antiguo es un auténtico hervidero. Las fallas están en las calles, y las calles llenas de personas. Y las personas llenas de móviles. Y los móviles se han convertido en una auténtica necesidad para calmar los narcisismos. Para satisfacer al propio ego. Para anunciar a todos que estamos, y que estamos ahí. O allá. O aquí.

Esta buena mujer, solitaria ella, llegó sin demasiados ambages móvil en mano, levantándolo mientras lo miraba en una postura cercana a la luxación cervical. Su interés se centraba en buscar su propia cara dentro de la dichosa pantallita, y en enmarcarla contra un fondo adecuado, vaya usted a saber cuál. Movía bizarramente su brazo y rebuscaba el ángulo concreto, convertida la pantalla del teléfono en retrovisor de la realidad que compartíamos, que por otra parte, ignoraba con desvergüenza y despreocupación apabullante. Menos mal que el tráfico estaba restringido. Trataba de aderezar la toma con la consabida guinda que, cómo no, había de ser ella misma. Es lo que tienen los selfis...

Ocupaba yo un exiguo rincón de la acera, pegado a la pared y sin molestar a nadie, a la espera de las  sorpresas que sin duda me aguardaban entre la muchedumbre, y justo entonces fue que esta señora se posó, sí, cual abeja en busca de su néctar, a escasos tres palmos de mi cara. 
Invisible no soy, ni transparente, y ante la insolente amenaza de su brazo cercano a mi parietal, me defendí encarando mi cámara y apuntándole directamente entre ceja y ceja. A decir verdad, no traté de disuadirla ni de impedir lo que quiera que hiciera, y como en efecto no desistió en el empeño de hacer uso de su disparador, sólo me cupo la opción de defenderme, y  disparar... Darle, le di.

¿Gané?

jueves, 12 de marzo de 2015

Uno, sólo...

Independientemente de si tomaba café o un zumo de naranja, al verlo me preguntaba yo si este señor..., ¿estaba sólo?  ¿O acompañado? Lo cierto es que no lo ví dar un sólo trago ni a la taza ni al vaso, pero lo que es la pantalla de su móvil no dejaba de mirarla... Eso sí, lo que es hablar, no tenía con quien.
¿Tantas maneras nuevas de acercarnos nos ayudan a relacionarnos o nos aislan?

martes, 3 de marzo de 2015

Muralista

Me lo encuentro al volver a casa, está en el barrio del Carmen. 
No puedo evitar interesarme por lo que hace. Me fascina la gente con dones especiales. Pintar lo es. Y hacerlo sobre una pared de cemento, vieja, húmeda y arrinconada (es un rincón de la calle Museo) tiene más mérito.
Se llama Carlos. Es de la terreta. Pero acaba de venir de pasar una larga temporada en México. Tierra de murales. Él pinta murales. 
Es un artista de los de hoy. De calle. De pincel. De pared. 

Su obra no va a ir a los museos, ni habrá que pagar para verla. La obra está ahí. Se la regala a la gente. A la gente que pasa y pasea, que vuelve o que va, agotada, abatida, gris como sus trajes. O quizás se la regala a gente feliz, alegre como los colores de ese mono que le mira con esos ojos que él mismo ha pintado.
Me comenta que la acabará hoy mismo, si no llueve y todo va bien. Le pregunto quién le financia. Pero más bien, comentamos, pinta por amor al arte. Literalmente.
-"Si no tengo los permisos necesarios para pintar en esta pared y pasa la policía, estoy vendido". 
Eso, además.
Le he preguntado y me ha dejado hacerle unas fotos.
Mañana volveré a verla acabada.
Mi gratitud a la gente que llena de arte las paredes viejas y oscuras de mi oscura y vieja ciudad.