martes, 3 de marzo de 2015

Muralista

Me lo encuentro al volver a casa, está en el barrio del Carmen. 
No puedo evitar interesarme por lo que hace. Me fascina la gente con dones especiales. Pintar lo es. Y hacerlo sobre una pared de cemento, vieja, húmeda y arrinconada (es un rincón de la calle Museo) tiene más mérito.
Se llama Carlos. Es de la terreta. Pero acaba de venir de pasar una larga temporada en México. Tierra de murales. Él pinta murales. 
Es un artista de los de hoy. De calle. De pincel. De pared. 

Su obra no va a ir a los museos, ni habrá que pagar para verla. La obra está ahí. Se la regala a la gente. A la gente que pasa y pasea, que vuelve o que va, agotada, abatida, gris como sus trajes. O quizás se la regala a gente feliz, alegre como los colores de ese mono que le mira con esos ojos que él mismo ha pintado.
Me comenta que la acabará hoy mismo, si no llueve y todo va bien. Le pregunto quién le financia. Pero más bien, comentamos, pinta por amor al arte. Literalmente.
-"Si no tengo los permisos necesarios para pintar en esta pared y pasa la policía, estoy vendido". 
Eso, además.
Le he preguntado y me ha dejado hacerle unas fotos.
Mañana volveré a verla acabada.
Mi gratitud a la gente que llena de arte las paredes viejas y oscuras de mi oscura y vieja ciudad.




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