miércoles, 28 de junio de 2017

El hacedor de sueños


¿A quién no le gustaba cuando era un niño? Hacer pompas de jabón.

Él se hace llamar KG Maître Bulleur y se dedica a ello todavía.
Era el Día del orgullo LGTBIQ, celebrándose en Valencia. Fuimos a pasear y curiosear.
Apareció de entre la multitud y se subió a un contenedor de basuras, en parte porque era uno de los pocos sitios libres que habían a mano, y en parte porque era una estupenda atalaya para ofrecer a los allí reunidos su magia y su espectáculo. El sol caía ya por el horizonte y él, sin hacer ruido, subió de alguna manera allí arriba, colocó el bote de jabón a su lado y comenzó a fabricar pompas mientras el desfile continuaba en la calle. Me situé cerca y tomé unas fotos recortándolo contra el ocaso. 
Al acabar, pasado un rato, bajó en felino movimiento y mientras recogía sus herramientas me acerqué y le pedí una dirección de email. A los pocos días le mandé sus fotos, que le regalo a cambio de sus regalos, su tiempo y sus pompas desechas en el aire...

Las pompas de jabón siempre me ha parecido una representación física de nuestros sueños. Efímeras y frágiles, flotan etéreas, transparentes y mágicas, hasta que de pronto y sin previo aviso estallan y se descomponen en salpicones ínfimos. Son de mil colores y de ninguno. Son como nuestros sueños. Indefinibles u obsesivos, vuelan libres mientras los soñamos y de pronto, desaparecen en mil partículas mostrándonos la realidad, ya hechas añicos.
Prefiero las pompas. Hacen menos daño al romperse.

viernes, 23 de junio de 2017

De la luz a la oscuridad

Hoy me he enterado de que ha muerto un periodista deportivo. Lo han dicho en el informativo, a mediodia. Minutos antes de enterarme venía yo de un examen, en mi bicicleta. En Valencia, 22 de Julio, 33ºC. Ahora, sentado frente a la televisión, me enteraba de su muerte, a los 42 años. Era 11 años más joven que yo.  Nunca le presté especial atención. Hoy me ha emocionado el pequeño video homenaje que le han dedicado a título póstumo.
Arriba, mi vecino vive también una lenta enfermedad, y se prepara para su último viaje, aunque él no lo sabe aún. Echaré de menos su presencia en unos cuantos meses. No es nadie especial. Sólo alguien a quien veo y saludo casi a diario. Al menos así fue mucho tiempo, antes de que las visitas al hospital y los periodos en los que queda ingresado hicieran que esos momentos fueran cada vez más distanciados en el tiempo.
Hace un mes nos enteramos de la muerte de la que fuera mi vecina, la mujer durante más de 50 años del que fuera mi vecino. Unos días después de aquello, él vino a recoger una carta que habían dejado en su buzón. Lloró a mi lado en el banco de la calle. LLoré con él, aunque él no me viera por sus cataratas.
¡Me preocupo yo por idioteces tales! Saber que al final, a todos nos engullirá la misma noche oscura, me hace pensar, de nuevo, en la absoluta estupidez de la condición humana, y de la mía en especial.
Esta foto es de hace unos días. Me llamó la atención, al ver pasar a la ciclista, y me apresuré en tomarla ajustando a duras penas la exposición de mi cámara, pues tenía la más absoluta certeza de que, tras unos segundos, sería incapaz de verla más.
Es la misma certeza de que algún día, todos nos fundiremos a negro, sin más huella que la que dejemos en los nuestros, sin más rastro que lo que recuerden los demás de nosotros mismos, que, para entonces, ya no seremos ni nosotros, ni los mismos. 
D.E.P. los que se van.