domingo, 10 de enero de 2021

Avión Roquero


 Casi lo piso. No se mueve nada y yace sobre la acera mojada y fría. Lo veo y me agacho para entender de cerca qué es lo que estoy viendo. Ahora lo tengo en la mano. Está frío, pero con vida, entreabre los ojos. Se agita levemente y siento su enorme fragilidad mientras lo rodeo con toda la mano, con toda la suavidad que puedo y la menor fuerza en mi puño, casi cerrado. Creo que va entrando en calor. Lo miro de cerca, cara a cara. No recuerdo una mirada en mi pasado reciente con tanta inocencia en unos ojos que apenas consigue mantener abiertos. Lo llevo a casa y lo pongo en una caja con trapos y telas, al final lo meto dentro de un calcetín de lana. Bajo a comprarle algo de comida a una tienda de comida para animales. Hago una búsqueda en google y finalmente compro pienso para cachorros de gato y unas pequeñas gambas desecadas para tortugas. En casa dejo que el pienso se hinche a remojo y con unas pinzas, se lo acerco a la boca. No come nada y sigue sin demasiadas ganas de moverse. Se apretuja sobre sí mismo y sus ojos se cierran. 

Al cabo de una par de horas está muerto, rígido. Lo cojo con enorme tristeza, no he podido ayudarle en nada. Me consuela pensar que ha muerto caliente, y no en la calle mojada a 4ºC o pisado por algún despistado. Ordeno un poco sus plumas y afilo su delicada silueta. Acaricio su pequeñísima cabecita, aliso su frente. Admiro por última vez sus formas, el diseño de su pico especializado. El color crema de su pequeño pecho y el pardo de su cuerpo. Sus pequeñas y huesudas patas y las afiladísimas uñas. Abro sus alas y sonrío tristemente al contemplar su perfecta figura... si volara... Lo pongo sobre un plato de plástico y le hago unas fotos. Con todo el cariño que puedo. No me gustan sus ojos, ahora sin vida, que empiezan a retraerse en sus cuencas.

Ha sido muy breve. No he podido ayudarte. Lo siento pajarillo. Adiós pequeño avión roquero.

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