lunes, 24 de octubre de 2011

Lluvia de Otoño























A estas alturas de Otoño, ya era hora de que cayesen cuatro gotas.
Por eso cuando esta tarde ha llovido, mientras el sol aún trataba de abrirse paso entre las nubes, y a pesar de que la tarde tocaba a su fin, o justamente por eso..., la luz se ha vuelto imponente, dorada e intensa en su ocaso.

En la terraza, mi modelo se cubría con paraguas, mientras a contraluz y sin apenas ajustar la cámara, una errónea lectura quemaba el cielo. Pero justo esas zonas quemadas son las que aportan ese ambiente a la escena..., las gotas desenfocadas sobre el filtro y un procesado virado parcialmente acompañado de una textura hacen el resto.

martes, 19 de abril de 2011

Arte urbano?


No es que sea una estampa bonita, la estúpida moda de "encalar" un par de zapatillas, que seguramente harían felices a más de un "sin techo", pero la absurda moda del Shoefiti, parece que arraiga en muchas grandes ciudades...

Y es que, estar un poco "colgado", por desgracias, se está volviendo algo demasiado cotidiano...

martes, 8 de marzo de 2011

El Paso del Tiempo


El Tiempo. La cuarta dimensión. Tal vez, la única realidad que no podemos alterar, al menos de momento, pero que desde siempre hemos soñado con manejar a nuestro antojo...
El Tiempo. Que todo lo cura. Que todo lo pone en su sitio. Que todo lo dice. El tiempo, el mayor enemigo de la vida, o tal vez su mejor aliado, el trayecto ineludible hacia la muerte y el único billete que nos permite disfrutar del paseo. El transcurso del tiempo, la nave fascinante en la que embarcamos todos desde nuestro primer llanto para acometer esa aventura única que es vivir.

El tiempo que pasa. El tiempo que te queda. El tiempo que llevas. El que disfrutas. El que padeces. El que no quieres que pase. El pasado, que fue siempre mejor. El que vendrá. El que inexorablemente va arrancando las hojas de nuestros calendarios... El tiempo que nos hace viejos. El tiempo que acaba con nosotros...
El Tiempo, imperturbable contable de los latidos de nuestro corazón.

Desde siempre he querido tener un reloj de arena. Me parece que no hay ningún otro aparato "medidor" como un reloj de arena, para mostrar de mejor modo el fluir del tiempo. Ese fluir de segundos, de minutos y de horas. Ese fluir desde la infinitesimal partícula temporal a la inimaginable unidad cósmica que marca la edad de las estrellas y de las otras cosas verdaderamente grandes: el espacio infinito y los infinitos tiempos que fueron y los que serán... Esas cosas verdaderamente grandes que nos hacen comprender nuestra asombrosa insignificancia, nuestro absolutamente despreciable papel en los planes que rigen al cosmos, que marcan sus tiempos...

Cuál es nuestro tiempo, el de nosotros, apenas granos de arena cósmica, granos de arena como los que fluyen dentro del reloj, a través de ese embudo cruel que les aboca de un lado a otro sin escapatoria posible, fluyendo, fluyendo imparables como imparable es el fluir del tiempo...

Si tienes curiosidad en cómo se ha hecho, te dejo una foto del "montaje"...

martes, 22 de febrero de 2011

Pictorialismo





















A veces uno no sabe bien para qué le pueden servir las cosas que guarda. En especial, si uno es aficionado a guardar cosas que, no por inútiles, si no más bien por comunes, uno no piensa que valga la pena guardar.
Hace poco en casa comimos, como parte de un plato combinado, unos espárragos blancos. Los susodichos, que estaban buenísimos, venían en tarro de cristal.
Normalmente los tarros que compramos en casa, ya vacíos, van a parar al banco de la cocina (para su adecuado reciclado posterior en el contenedor verde) en ocasiones, el tiempo suficiente como para que yo los descubra. Y eso le pasó al bote de los espárragos ese día, que lo vi allí sólo y destinado a su particular resurrección..., y entonces decidí prolongar su vida más allá de su labor como mero bote de conservas.
Era un bote no demasiado alto y sí por contra bastante rechoncho. Naturalmente cilíndrico, pero sin torneados aparentes y de boca ancha, por tanto, de porte grueso, que se me ocurrió merecía ser salvado, incluso, del oportuno reciclaje. Así que convenientemente lavado y despojado de su etiqueta, ha contribuido de manera esencial para la obtención de esta imagen.

Imagen que, tras un adecuado tratamiento, presenta el aspecto que pretendía y que, al menos a mi me lo parece, podría asemejar esta foto a las que en su día, en los inicios de la historia de la fotografía, se adscribían al llamado pictorialismo y que no está de más conocer si es que aún se desconoce.
Lo cierto es que cuando miré aquel bote de espárragos, enseguida me vino a la cabeza lo que luego confirmé a través del visor. Espero os guste.

jueves, 17 de febrero de 2011

Cortina estampada


Cuando el sol entra por el cristal del balcón, a estas alturas del año y a estas horas del día, su luz es intensa y cálida.
A estas horas y a estas alturas, la luz del sol nos llega casi rasante, apenas desde arriba, de manera que incide con el ángulo adecuado como para que las sombras de lo que acaricie se dibujen nítidas contra la pantalla que forma la cortina de nuestro balcón.

Sobre la barandilla, en un macetero, tenemos aún una planta de navidad, una "Flor de Pascua", algo desmejorada pero con el porte suficiente para que su sombra, proyectada por ese sol intenso, se recorte nítida contra la cortina que cubre los cristales.
La cortina en tonos crudos, entre amarillo y ocre, con un estampado de detalles, ramilletes y cenefas de flores azules y amarillas.
Esa tarde, poco antes de las siete, vi cómo se recortaba la sombra de la flor de Pascua contra el motivo estampado de la cortina, y me pareció que era un sujeto adecuado para tomar una foto.
La silueta de la planta, la de verdad, se mezcla con los dibujos del estampado, y el efecto me hace pensar en una unión imposible, onírica y casi mística entre el objeto, la planta, y su representación, los motivos vegetales estampados.
Entre el mundo virtual de esa proyección física de una sombra de lo que es, de la planta, y el mundo real del dibujo que no lo es; y otra vez, el virtual de nuevo de la imagen fotográfica, y el real de lo que sólo yo tuve delante y sólo durante unos instantes.
La sombra no es una planta, pero existe porque ella existe. Y el dibujo representa otra planta distinta, pero no es mas que un dibujo de una planta, pero no es ella.
Y todo eso que yo veía, no es ahora mas que una imagen, un reflejo en un sensor, hecho fotografía para que podáis verlo vosotros pero..., ya no existe.


lunes, 14 de febrero de 2011

La ola y yo


Mar agitada ese día.
Mar brava. Olas y viento y espuma, salpicones y girones que saltan sin miedo al aire, desgajándose del blanco que pugna en las crestas, revolcándose y enrollándose furiosa para asestarse a sí misma el terrible abrazo que acaba con ella, en eterna espiral y vorágine suicida.

Las olas llegan con fuerza e inundan la orilla. La arena, impasible, indefensa y atónita, sólo puede dejarse hacer, contemplar cómo llegan una y otra vez, cómo con saña desmedida en intratable discurso, incansables, insaciables y crueles, van arribando una tras otra, y volviendo a su entraña, la mar, una, otra, y otra, y otra vez... Así en incesante latir, en lujuriosa respiración de titanes sumergidos, de monstruos soliviantados en los lechos lejanos del insondable abismo profundo y salado.

Y el viento en el aire, y la nube en el cielo. Y allí plantado, saboreando el salitre y entornando los ojos, el fotógrafo y su cámara...
Aquí os traigo ahora la imagen, rescatando el recuerdo de ese día y de aquel momento, allí, de pie en la playa...