lunes, 17 de febrero de 2014

Sueño Vs. pesadilla

Me dejo llevar por la pasión.
El tiempo se detiene. El mundo deja de girar y casi sin querer beso su frente. Acaricio su nuca mientras mis labios rozan los suyos. Nos separamos un segundo y se cruzan nuestras miradas. Sus ojos son ventanas abiertas, su corazón destellea al fondo, felíz y dichoso. El mío late agitado y tan sólo puedo rendirme. Sonríe y la luz de sus pupilas lo ilumina todo. Inclina su rostro y reposa su cabeza en mi hombro. La abrazo sin pensar. No puedo hacer otra cosa. Ni quiero. Siento sus manos en las mías y me estremezco mientras el deseo acelera el flujo en mis venas.
Ven amor mío. Cierro los ojos: dime simplemente que me amas.


De un respingo te incorporas en la cama. Sus ronquidos te sobresaltan. La miras y no es ella. Te dejas caer de nuevo sobre la almohada, confundido, malhumorado y triste, presa aún de una excitación extraña. Deseas que te venza el sueño, anhelas dormirte enseguida, deprisa, con la esperanza de que siga ahí, esperándote en el cable. Pero ya no está. Así que abres tus alas y vuelas hacia las nubes del atardecer. Menos mal que, por lo menos, sigues soñando.

La despertó el titilar de las luces. Coches patrulla y una ambulancia teñían de destellos multicolor las paredes de la estrecha calle del barrio. La ventana del dormitorio abierta de par en par. La cortina agitada por el viento. Despuntaba el alba.
Gritando su nombre y casi sin poder abrir sus ojos, asomada a la ventana, le contemplaba entre sollozos. Yacía inerme sobre un charco de sangre en el asfalto oscuro. Vió sus brazos extendidos, y aquella estúpida mueca de felicidad en su cara sin vida.

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