Finalmente ha llovido y ha refrescado la tierra y los espíritus resecos y hastiados de calores y ardores. Hoy, sin saber porqué, he recordado mi infancia y añorado a mi padre.
Jugaba yo de niño al beisbol en un descampado desde el que hoy tomé esa foto, aunque ya no es un descampado, si no un parque desaliñado. Le recuerdo a él, joven y delgado, con su pelo aún negro y sus ojos entonces cristalinos y azules, ávidos de vida y de sueños, oyendo con paciencia mis batallas con el bate y aquella dura y extraña pelota, y cómo aquel profesor de nombre Don Paco, bigote austero y genio añejo, nos castigaba con su regla de madera a palma abierta. A todos menos a unos pocos afortunados, algo más estudiosos que el resto, de hábil requiebro y mente despierta, entre los que me encontraba.
Recuerdo mis historias de niño y cierro mis ojos e imagino los ojos de mi padre mirándome mientras contaba en la mesa mis juegos y desventuras, las que no callaba al menos.
Hoy, el cielo, y yo, hemos llorado en esta tarde de un Mayo extraño y loco.
Jugaba yo de niño al beisbol en un descampado desde el que hoy tomé esa foto, aunque ya no es un descampado, si no un parque desaliñado. Le recuerdo a él, joven y delgado, con su pelo aún negro y sus ojos entonces cristalinos y azules, ávidos de vida y de sueños, oyendo con paciencia mis batallas con el bate y aquella dura y extraña pelota, y cómo aquel profesor de nombre Don Paco, bigote austero y genio añejo, nos castigaba con su regla de madera a palma abierta. A todos menos a unos pocos afortunados, algo más estudiosos que el resto, de hábil requiebro y mente despierta, entre los que me encontraba.
Recuerdo mis historias de niño y cierro mis ojos e imagino los ojos de mi padre mirándome mientras contaba en la mesa mis juegos y desventuras, las que no callaba al menos.
Hoy, el cielo, y yo, hemos llorado en esta tarde de un Mayo extraño y loco.
No hay comentarios:
Publicar un comentario