miércoles, 12 de septiembre de 2012

Un punto de inflexión


El título de hoy no es ni más ni menos que una forma de transitar hacia otros estados del espíritu.
Del mío, claro está.

Y es que no ando por terrenos especialmente jocosos en mi ahora mismo, y tanto es así, que necesito para dejar de ver a  mi ángel y conservar su estela, al menos, en una entrada más, algo de color verde esperanza, que bien podría haber sido también el título que acompañase a esta imagen.

El jazminero que ella riega, en el balcón de mi vacacionante vecina, luce exultante de flores y aromas, y el vigor convierte en verde el tramo de pared que separa (o une) ambas barandillas. Situar la delicada flor ante una mancha de luz y buscar el marco adecuado a escasos centímetros de ella, y dejar actuar el diafragma del cristal que usé, eso fue todo.

La esperanza es lo último que se pierde, y no sé si es porque Pandora cerró la caja a tiempo, o porque la vida sería insoportable si no fuera por ese acto reflejo de la susodicha.
El caso es que sirva este color para ir despidiendo al verano y dar paso a un otoño, no ya esperanzado o esperanzante, pero si al menos distinto en algo a lo que venía siendo el cotidiano día a día.

miércoles, 1 de agosto de 2012

Mi pequeño gran amor

Sonaba allá en los 70`s...
Mi memoria viene ya fallando ultimamente. Y no recuerdo bien si es la primera vez. Pero creo que sí.
Y es que dicen que rectificar es de sabios, y que más vale tarde que nunca. Porque por estas páginas ya han pasado varias veces mis hijos, por ejemplo en estas, el mayor y el pequeño, pero me faltaba lo más importante.

Por eso hoy, y ya era hora, creo que esta entrada, para mí una de las más personales de todas, si es que en un blog personal como este caben esos distingos, esta entrada digo rinde los honores que corresponden para con la protagonista de la foto. Porque esta mujer que te mira no es otra que mi pequeño gran amor, ella,  mi dulce compañera.
Mi amor y mi amante. La madre de mis hijos. La única que como nadie me ayuda a seguir cada día. Mi dulce amor. Mi vida.

Cuando ella me mira así, me queda tan poco por decir...

Tan sólo dejarme llevar y sentir como si todas las estrellas del universo llenasen mi alma con su luz y su energía.
A veces, hasta respirar me cuesta cuando ella me mira así.

Pasa entonces que, muchas veces, quisiera irme y guardar como último recuerdo de este mundo todo lo que ella me da: su dulce calor, el suave tacto de su piel, la ternura de sus manos, y su amor brotando por las oscuras y límpidas ventanas de su alma, sus ojos, y todas esas visiones, todas esas sensaciones, todas esas caricias, todos esos sonidos, su voz y su risa, su mirada infinita llenando cada espacio en mi mente, cada rincón de mi corazón.

A ella y por eso, y por tantas cosas más, un millón de gracias. Más de las que nunca podré decirle.
A ella perdón por tantas veces en las que no soy lo que soy ahora: un humilde esclavo de sus ojos, un sirviente incondicional a los pies de mi Reina, de mi Amor, de mi Vida.
Para tí Vida mía, Amor dulce de mis días y de mis noches.

lunes, 23 de julio de 2012

Ilusiones perdidas


Reposaba apenas sobre la superficie del agua. 

En el estanque de la fuente de aquel jardín, el globo se mecía adelante y atrás, según las ondas del agua lo llevaban. Su cuerda, rota pero impidiendo aún que escapase el aire de su interior, y liada en algún obstáculo del fondo, lo mantenían prisionero sin dejarle apenas moverse. Allí había quedado, lo suficientemente cerca de la orilla como para ver que seguía ahí, pero lo suficientemente lejos como para que cualquier esfuerzo por recuperarlo resultara inútil.

Y más, para las manos del niño que tuvo que perderlo.

Imagino la cara del que perdió aquel globo.

Tal vez recibiera el consuelo de una pobre abuela que incapaz como el niño,  apenas pudo hacer nada por el globo, y si acaso acertase a consolar con caricias y besos las lágrimas de su nieto.
O tal vez recibiera la reprimenda de una madre, apresurada y sudorosa, que empujando un carro cargado de bolsas y quién sabe si de un hermano, se afanase en llegar a la parada del bus que partía.
Peor aún, imagino tuviera que aguantar las risas y burlas de otros niños, crueles como sólo los niños saben serlo, ante la inconsolable pena deshecha en lágrimas del exdueño del globo. Su ilusión de aquella tarde. Su ilusión perdida irremediablemente en el lejano horizonte de las tranquilas pero traicioneras aguas del estanque de una fuente urbana.

Todos hemos puesto alguna vez una cara parecida a la que tuvo que poner ese niño. Todos hemos perdido el objeto de alguna ilusión. O peor aún, la ilusión misma. Y todos sentimos tarde o temprano, el sabor amargo de una ilusión perdida.

Lo peor no es eso. Lo peor es que eso te ocurra cuando ya no eres un niño. Y ni siquiera tienes ya a  una abuela que calme tu llanto.


domingo, 8 de abril de 2012

On the beach


Ahi delante del cielo y de la mar, y con el viento de tierra soplando desde poniente, sólo el azul y la nube, sólo la ola y su espuma, sólo el viento silbando en los oídos.... Entorno mis ojos y respiro arena, salitre y agua...

De pie, a duras penas inmóvil, luchando contra el empuje de ese aire embrabecido, ajusto la cámara en manual y fijo un ISO 100, la luz no es un problema. Cierro a f11 porque quiero ver todo con la nitidez hiriente de esa tarde en la playa. Con la medición puntual, dirijo el centro del visor hacia el blanco de la nube, y fuerzo una sobreexposición de 1 EV completo, a sabiendas de que el procesado del RAW me permitirá aumentar el rango desde el profundo azul del Mediterráneo, hasta el blanco puro del vapor de agua de los alto-cúmulos.
Aprieto la 500 contra mi cara, aguanto firme mis muñecas, aumento la presión en la base del zoom y acaricio suave el botón disparador.
En un doscientosavo de segundo, toda el agua, toda la espuma, todo el cielo y las nubes, y el viento rizando la ola, se cuelan por el objetivo y se hace la luz en el CMOS. 
Al llegar a casa, revelo el archivo y revivo el momento.

Apenas como esos granos de la arena que golpeaban mi cara, acaso como esas gotas que elevaba el viento de poniente en la playa mediterránea, ni tan sólo como las gotas que en el aire formaban aquellas nubes... en el infinito espacio del universo que nos rodea, del que formamos parte, todas esas cosas son más fuertes que yo..., pero esa tarde, por un momento, una cámara me hizo feliz, tan sólo por una fracción de segundo.


viernes, 30 de marzo de 2012

Erupción volcánica en el estanque


Esta mañana me he acercado a los Jardines del Real, lo que toda la vida he llamado "Los Viveros". Jardines públicos de la ciudad de Valencia, eran destino harto frecuente de mis padres en los tiempos de nuestra infancia, de la infancia de muchos de los valencianos de mi generación. 
Cuando las salidas de fin de semana se hacían casi siempre andando, y no se necesitaban recorrer grandes distancias ni invertir apenas en nada para convertir los domingos en experiencias más que gratas para los niños que éramos entonces.

Aquellos jardines de mis dientes de leche, qué distintos de estos sin mis muelas...!

Lo que esta mañana, paseando, más me ha llamado la atención, ha sido el aspecto de cierta dejadez en todo el parque, acusado en especial por la falta de agua en las fuentes.
Esta en concreto, una que recuerdo con especial cariño. 
En medio de unos árboles gigantescos (entonces, y ahora) pinos y arces en su mayoría, se erige un fuenta hecha de piedras amontonadas. Puede uno, y más si se es niño, encaminarse por la estrecha y escueta rampa que conduce a su cima, a poco más de un metro, para situarse así sobre lo que queda (¡qué pena!) de lo que fuera una escultura cuya figura central representaba a un niño desnudo que casi montaba a horcajadas de un pez megalítico y mitológico, de cuya boca manaba el agua que inundaba aquella fuente.
Nada de esto se asemeja demasiado a lo que fue.

No he dirigido mi objetivo a esta estatua, que de pequeño me cautivaba con su mezcla de ferocidad e inocencia, entre otras cosas, porque apenas queda ya de ella más que un destrozado resto del celacanto aquel... Además, de la boca del pez no brota nada más que el polvo y las telarañas.

Rodeando la alberca, en un remanso de aguas estancadas, en la parte trasera de la fuente, emerge, en agónicos borbotones un deshilachado chorrillo de agua. 
Y es esta una de las pocas fuentes que, en el dia de hoy, he visto conservar algo, muy poco ya, de mi infancia lejana, no ya en sus ajadas piedras, más bien en mis turbios recuerdos de aquella infancia añorada.

miércoles, 28 de marzo de 2012

Calentando latidos


Esta mañana decidí salir a hacer fotos cuando la ciudad despertase.
He madrugado un poco a ojo, y ha resultado ser tanto, que la noche estaba aún cerrada al salir a la calle. En el tiempo que, con calma, he cruzado el puente frente al IVAM, ha llegado, mágica como siempre, la "hora azul" de la mañana.
Encuadro la margen derecha del río, me fijo en su acera izquierda, sembrada de farolas y de árboles urbanos y que forma, ayudada por la finca que enfrenta la curva, una nítida línea de fuga que me resulta atractiva.

Tras varias fotos el azul se satura deprisa, en apenas unos minutos.
Espero ahora algo grande, que resulta ser un autobús. La luz de su interior me ayuda a vislumbrar a unos cuantos viajeros, pocos todavía a estas horas, que aún soñolientos, se preguntan al verme qué hace un tipo a estas horas haciéndoles fotos, y ellos, con esos pelos...

Los tonos de la foto capturada, el recuerdo de sus caras, (que he captado en tiempo real con mi otro ojo, el que no apoyo en el visor), me hacen recordar que la ciudad, como yo, como ellos, como tú, como todos, necesita ir calentando los latidos de su corazón para ir cojiendole el pulso a la vida.

Y llega otro día...



domingo, 25 de marzo de 2012

La Pasión según Lucas


La vela es su pasión. Y el surf. Y el windsurf. Y el skimboard. Y el skateboard. Y la Mountainbike.
Y su teléfono móvil, y los gadgets tecnológicos, y destrozar cosas, las magdalenas de chocolate, las chuches, las galletas, el fuet, correr, no dormir... Cualquier cosa que le haga exigir de si mismo todo lo le quede por dar. Cualquier cosa que suene a reto, casi a locura, hasta a imprudencia y puede que incluso a temeridad. Cualquier cosa que le haga sentir sensaciones al límite de sus sentidos, la mayor parte de las veces, la velocidad, el riesgo, el vértigo, la incertidumbre. Cualquier cosa que le ayude a vivir esa vida que tiene, esa vida de sus quince años, los que todos hemos tenido, cada uno a su manera.
Hoy participó, por primera vez, en una regata de vela ligera
Ojalá no fuera la última vez. Ojalá, sea lo que sea lo que la vida le depare, nunca pierda al menos alguna de esas pasiones.

viernes, 23 de marzo de 2012

Orco del árbol


Los orcos están en donde menos se les espera.
Este lo encontramos paseando, por el cauce del río Turia, en mi ciudad.
Se escondía en el árbol, lanzando su horrible grito sin motivo aparente, alzando el hocico y con esa terrible mirada fija en ninguna parte.
Orcos hay en muchos sitios. Tened cuidado.
Nunca se sabe en qué momento pueden ser capaces de librarse de sus condenas, romper los nudos que los atan a su inframundo de terror, y dejarse caer, en medio de nosotros, a sembrar el pánico en las noches tranquilas de la primavera...

miércoles, 21 de marzo de 2012

El último pasodoble


El último día de las fallas del 2012, la noche de San José. El último día del invierno.
La trompeta, más fallera que nunca, tiñe con sus alegres notas y acompasa el ritmo de las llamas, que van consumiendo en una danza imparable la madera, y el cartón piedra, (y el poliespán, por desgracia), de los monumentos más efímeros de la cultura de un pueblo, el valenciano, que esa noche quema mucho más que todo eso.
En la noche, y rodeado de cientos de iguales, miro el fuego y pienso en todo lo que en el fondo, tanta falta nos hace. Pienso en muchas cosas que están o no esa noche chisporroteando entre las llamas.
Pienso en él, en mi hijo, el que acuna entre sus manos jóvenes y fuertes ese pedazo de metal lacado, y aprieta sus labios contar la boquilla, caliente a esas alturas, fría en su estuche de cuero. Pienso en la música que consigue emitir desde la campana de su trompeta, en las notas que emitía la trompa de mi padre en aquella tardes en casa, mientras estudiaba y ensayaba para dar lo mejor de sí mismo.
Pienso en cómo la vida y el azar, el destino de cada uno de nosotros ha hecho que yo sea incapaz de entender qué son los garabatos que se enredan en los pentagramas, y cómo él, mi hijo, ha conseguido que sea un lenguaje común con su abuelo, mi padre.
Me enorgullezco de ambos. Y ambos ocupan en mi vida ese lugar que sólo un padre y un hijo ocupan. 
Y yo, padre e hijo a la vez, agradezco al fuego que, cada 19 de Marzo, me ayude a pensar en cosas como esta.

Por mi parte, sólo sé apuntar el visor de mi cámara hacia las cosas que me importan, y tratar de ver a través de ella las cosas como a mí me gusta que sean, más allá de que sean lo que son.

lunes, 5 de marzo de 2012

Otoño en piedra


Otoño en piedra


El otoño primero, y luego el invierno, han pasado, la verdad, sin pena ni gloria.
Mejor dicho, con demasiada pena y nada de gloria. Las cosas siguen estando frías, tremendamente frías. Y secas, como la piedra, y como la hoja.
En este país nada parece tener remedio. Ni haber ninguna luz al final del túnel, que más que túnel, es abismo en el que andamos cayendo una pequeña gran mayoría de españoles.
Yo me pregunto, aparte de hacer fotos,qué más sabría hacer, qué más podría hacer para llenar las horas y los días, para ocupar tantos lunes al sol.
Ando, leo, miro y espero.

Bueno, para llevar tanto tiempo fuera, ya está bien de momento.

Sólo comentar que esta foto es fruto de uno de esos días en los que me da por andar, leer, mirar y fotografiar.