lunes, 21 de julio de 2014

Agarrada a su bolso

En extraño escorzo sujeta el asa del bolso que cuelga sobre su hombro. Lo imposible de su postura, el daño que me producía mi hombro con sólo mirarla me hizo seguirla y situarme detrás, realizar unos disparos y llevarme puesta su imagen para siempre. Su cara no es determinante para intuir su talante. Es su gesto lo que la convierte en una mujer tratada con dureza por la vida. En su andar cansado no abandona sin embargo la firmeza irreductible con la que aprieta el asa de su bolso. Camina sóla y sin más compañía que sus pensamientos. La cabeza inclinada vigila sus pasos, su mirada perdida sobre las baldosas de las aceras y como única preocupación aparente esa manera crispada de sujetar lo que podría ser el sitio donde almacenara todos los recuerdos de toda una vida. Ese bolso sobre su espalda. Esa vida sujeta a toda costa por el asa.

miércoles, 16 de julio de 2014

Gatitas

De pronto me fijé en ellos. Caí en la cuenta de que eran, más bien, ellas. Era fácil, ya que en los numerosos carteles se podía leer: "se regalan gatitas".
Había varios compartimentos separados por maderas. La mayoría dormitaban tras el cristal. Pero esta pareja de hermanas bebían agua, aparentemente con una sed infinita.
Tomé varias fotos, pero se tapaban la una a la otra sin aportar nada interesante al momento, salvo esa sed insaciable... Finalmente y cuando ya perdía la esperanza, dejaron de beber y se dedicaron a deambular brevemente, con pasos cansinos, hasta que una de ella se paró frente al cristal y se agachó dispuesta tal vez a ver pasar las cosas en el mundo que quedaba tras él. Automaticamente me agaché más aún y apoyé el objetivo sobre el escaparate, delante justo de su hocico, cosa que pareció no notar siquiera, pues siguió con aquella mirada perdida, con esa sensación de ausencia. Su hermana, más tranquila y detrás de ella, miraba algo en el suelo de su mantita.
No hizo gesto alguno, no me dedicó ni un guiño ni una carantoña por mucho que yo hiciera ruiditos con mis nudillos golpeando la vitrina... Quizá por eso y aunque ya han pasado varios días, me sigue impresionando el recuerdo de su resignada forma de mirar.

lunes, 14 de julio de 2014

Marginados


A veces estamos en el momento justo pero en el sitio inadecuado.
A veces nos colocamos ahí donde es difícil vernos, donde parece que queramos ocupar nuestro espacio, pero no lo conseguimos.
Quisiéramos llenar la vida de alguien, o al menos ocupar un lugar importante. Pero estamos en los bordes, al margen. Pedimos nuestra oportunidad, pero lo único que encontramos es una señal que impide el paso. Y nosotros nos quedamos ahí, en los márgenes, nos sentimos marginados.
No es sólo el color de la piel, es cualquier otra cosa que nos haga simplemente permanecer en esa zona periférica, extraña y anodina. Un "ahora no", un "no me interesa", o peor, un "cállate ya" o más aún, la indiferencia absoluta y la ausencia total de respuestas. No hace falta ser un marginado social para sentirse al margen. 
Pero ellos, desde luego, lo tiene peor que yo.

miércoles, 9 de julio de 2014

Quién fuera...

…periquito.

Le miro a través de los barrotes de su jaula.
Lleva con nosotros algunos años, no hace falta recordar cuántos, y no porque sean pocos ni demasiados, es simplemente porque no acostumbro a recordar ese tipo de cosas, como no recuerdo tantas otras. En cambio mientras le observo sí vienen a mi memoria otros momentos, otras vivencias que casi parecen otras vidas pero que sin embargo son parte de la mía.

Recuerdo a mis hijos cuando eran más pequeños. Una época no tan lejana en la que el periquito acababa de llegar a casa y "amaestrarle" era uno de sus mayores entretenimientos. Me recuerdo a mí mismo en un tiempo en el que el explicarles tantas cosas, incluido el proceso de domesticación de un periquito, era algo que podía hacer por ellos y algo que ellos esperaban de mí.
Vienen a mí todos esos momentos mientras observo la mirada despierta, al tiempo que extrañamente ininteligible de mi periquito, y me pregunto por sus recuerdos. Eso me ayuda a mitigar un poco al menos, el regusto triste que me han provocado los míos.

Así que olvido de nuevo aquel pasado y me planteo qué será capaz de almacenar el animalito en su memoria. Qué tipo de recuerdos es capaz de guardar su minúsculo cerebro, o en qué oculto rincón de sus micro circunvoluciones cerebrales tendrá lugar quien sabe qué extraño proceso neuronal… ¿él me recuerda mientras le miro y me mira? ¿Me conoce? O mejor, ¿qué piensa de mí…? ¿Recuerda cómo le privé de la comida hasta que conseguí que comiera de mi mano? ¿Me guardará rencor por ello? ¿Desearía acabar conmigo si su pico fuera grande y poderoso como el de un águila real? ¿Sabe, intuye o imagina qué es lo que hago mientras le apunto con un objeto extraño, de un sólo ojo, negro y metálico, que además no deja de emitir chasquiditos?

Hay días, bastantes, en los que sincera y desgraciadamente envidio su tranquila y apacible vida enjaulada. Envidio la simplicidad y sencillez de su mundo de barrotes y mijo. Envidio la honestidad de sus días y cómo se enajena, feliz en apariencia, golpeando con su pico en salvaje frenesí los cascabeles con los que adorné su jaula. Envidio su inquieta mirada cuando sigue con sus ojillos los movimientos de los gorriones, esos que picotean en el suelo del balcón hasta el último resto de la comida que él siempre deja caer. Pero lo peor no es eso.
Lo peor es que hasta envidio a veces el mismísimo tamaño de su cerebro.

martes, 8 de julio de 2014

Dobles parejas

Afuera en el callejón las sombras ocultan pasiones. El calor insoportable enciende la noche y el deseo se esparce como esporas en las corrientes profundas del océano. Una pareja se abraza sin reservas, invisibles entre los claroscuros de la estrecha callejuela. Sus labios recorren su piel entre sudor, lápiz de labios y colonia cara. Tras el cristal sin embrago otros ojos les observan. Ellos sonríen. Para estos otros dos enamorados la batalla se desarrolla a plena luz, en mitad del restaurante, bajo la mesa que aún ocupan sus platos sin acabar. Debajo son sus manos las que buscan tesoros escondidos.
Otro día acaba y el calor no amaina al caer la penumbra, y los más terrenales instintos corren sin freno en todas direcciones. Las llamas incontrolables e incontenidas de sus desbocados sentidos consumirán seguro sus pasiones en esta madrugada.

La oscuridad arropa a los amantes y las sábanas mañana se tenderán al aire de un verano como tantos, borrando entre brisas y rayos de sol las huellas de otras tantas orgías.

viernes, 4 de julio de 2014

Fffffaaaarrrroooollllaaaa

Nadie le dijo nunca que tendría que estirarse tanto. La culpa de ella, por querer ser la primera de la pared. Unos metros más atrás, el sol no llega como aquí y esas cosas no pasan.