miércoles, 16 de julio de 2014

Gatitas

De pronto me fijé en ellos. Caí en la cuenta de que eran, más bien, ellas. Era fácil, ya que en los numerosos carteles se podía leer: "se regalan gatitas".
Había varios compartimentos separados por maderas. La mayoría dormitaban tras el cristal. Pero esta pareja de hermanas bebían agua, aparentemente con una sed infinita.
Tomé varias fotos, pero se tapaban la una a la otra sin aportar nada interesante al momento, salvo esa sed insaciable... Finalmente y cuando ya perdía la esperanza, dejaron de beber y se dedicaron a deambular brevemente, con pasos cansinos, hasta que una de ella se paró frente al cristal y se agachó dispuesta tal vez a ver pasar las cosas en el mundo que quedaba tras él. Automaticamente me agaché más aún y apoyé el objetivo sobre el escaparate, delante justo de su hocico, cosa que pareció no notar siquiera, pues siguió con aquella mirada perdida, con esa sensación de ausencia. Su hermana, más tranquila y detrás de ella, miraba algo en el suelo de su mantita.
No hizo gesto alguno, no me dedicó ni un guiño ni una carantoña por mucho que yo hiciera ruiditos con mis nudillos golpeando la vitrina... Quizá por eso y aunque ya han pasado varios días, me sigue impresionando el recuerdo de su resignada forma de mirar.

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