viernes, 20 de diciembre de 2013

Mentiras en la pared

Nada es para siempre. Todo acaba. Es la esencia de la vida y de todas las cosas que nos pasan mientras la consumimos a tragos, a sorbos, con placer, con dolor, con resignación, con alegría, con lujuria, con calma, con sensatez, insensatamente, con fruición, con miedo, con asco... Todo tiene un comienzo pero también y así ha de ser, acaba. Me dan pena los amantes que se juran amor eterno. Es mentira. No se puede jurar eternidad desde nuestra propia esencia finita, variable y mortal. Y mejor que así sea. Qué aburrimiento y falta de incentivos. Qué compromiso más inhumano. Nada es eterno en el ciclo de la vida. Así que amar eternamente es un sin sentido más propio de la ficción y el surrealismo, del romanticismo a ultranza y de la infantil actitud de quien apenas ha vivido.
Lo siento por los amantes que se juran amor eterno. Y lo siento por las edades primeras que nos llevan a creer en los reyes magos, en la magia, en los milagros de nochebuena, y en el amor. 
A estas fechas, seguro que hay quien desea no haber escrito nunca en una pared algo como eso. 
No se ama para siempre como no se vive para siempre. Así que, por favor, dejemos de jurar amor eterno. No es humano. No es inteligente. Y es una triste mentira.

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